miércoles, 19 de octubre de 2011

Mala gestión en la Candelaria

(El dia.es - Cartas al Director)
Soy un trabajador del Servicio Canario de Salud, desempeñando mi puesto en el Servicio de Mantenimiento del Hospital Universitario Nuestra Señora de la Candelaria, de Santa Cruz de Tenerife, motivo por el que me considero una persona afortunada, pues con la que está cayendo es un verdadero privilegio contar con un trabajo estable. Aun así, mi día a día en el trabajo es de profunda preocupación y sofocante indignación.
Profunda preocupación por apreciar cómo seguimos encajados en unos patrones de actuación incongruentes que nos han llevado a la infrautilización de los recursos, a la incompetencia en su gestión y al frívolo despilfarro de los mismos.
Sofocante indignación al comprobar que, a pesar de la difícil coyuntura económica que estamos sufriendo y soportando la gran mayoría de los ciudadanos de a pie, aquí se permiten seguir cazando gorriones a cañonazos.
Mientras se continúe echando balones fuera seguiremos multiplicando los gastos en lugar de reducirlos, que es nuestra misión. Es injustificable que se continúe encargando trabajos de pequeñas reparaciones y mantenimiento en nuestras instalaciones a empresas privadas con el consiguiente coste añadido, e incluso inflado. Máxime cuando tenemos los medios y recursos humanos suficientes para acometer dichas tareas. Contamos con una dotación de más de noventa profesionales abarcando distintos niveles, categorías y oficios, como son: un subdirector económico, un jefe de sección, un jefe de servicio, un coordinador de obras, ocho ingenieros técnicos, diez encargados de equipo, diecisiete electricistas, diez mecánicos, diez peones, siete fontaneros, cuatro calefactores, cuatro albañiles, tres pintores, un carpintero y un tapicero.
Creo que todos los componentes de nuestro servicio tenemos nuestra pequeña parcela de responsabilidad en cuanto a lo que está ocurriendo, pero no por igual, ya que esta es arbitrada por el escalafón que cada uno ocupa. Por ello se hace imprescindible que asumamos dicha responsabilidad y recuperemos el sentido común perdido, y aún más si queremos ahuyentar al fantasma de la privatización.
Sé que gran parte de mis compañeros comparten, en alguna medida, estas preocupaciones. Y es por mí, por ellos y por la rentabilidad del servicio, que ruego encarecidamente a los responsables que tienen en sus manos la oportunidad de arreglar tan lamentable situación tengan a bien considerarla.
R.B.R.

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