jueves, 9 de febrero de 2012

Los Pelotas especies en desarrollo


En estos difíciles días que vive nuestro hospital estamos siendo testigos del resurgimiento y azote de una especie, que si bien siempre ha estado con nosotros, es en estos tiempos, cuando la podríamos considerar como una plaga en toda regla. Ya sabéis a que nos referimos, proliferan en los servicios y unidades, conviven con nosotros haciendose pasar por amables compañeros que solo intentan llevar a cabo su difícil misión. Son
LOS PELOTAS (Cuando el Pelota es tu jefe)
y les dedicamos este fenomenal artículo que escarba un poco en este fenómeno.

Hay aduladores expertos en inflar el ego de sus 'amos'. Prosperan entre jefes que ansían rodearse de gente que se anticipe a sus deseos.
Los pelotas son una de las especies más abyectas de la fauna de oficina, aunque muchos de ellos prosperan con sus habilidades de adulación. Quizá no esté de acuerdo con esta afirmación, pero hay quien piensa que todos somos pelotas. No se tra­ta sólo de que haya gente especial­mente dotada para las relaciones personales. La cuestión es que sole­mos disfrazarnos con un traje que no es el nuestro para caer mejor a personas que tienen poder de deci­sión y pueden hacernos felices. Je­sús Vega, experto en recursos hu­manos, explica que «el problema se da en el caso de organizaciones, je­fes y sistemas en los que priman las prácticas adulatorias frente al peso de los resultados y las capacidades profesionales». Vega cree que lo po­sitivo aquí es la necesidad de esta­blecer buenas relaciones con nues­tro entorno (nuestros jefes). «Esto es necesario, porque las decisiones que tienen que ver con nuestra ca­rrera se toman por afinidades per­sonales. Lo negativo es convertir es­to en lo más importante».
Paco Muro, presidente ejecutivo de Otto Walter, se pregunta por qué hay tantos directivos que necesitan tener cerca a aduladores. En su opi­nión, «los pelotas viven gracias al ego de sus 'amos'. Son dóciles, ino­fensivos, inútiles e ineficaces. Los demás observan sorprendidos cómo es posible que alguien tan poco ope­rativo tenga un lugar tan cercano y aparentemente de confianza con el gran jefe, pero como ocurriera con los bufones, son gente que no mo­lesta y entretiene. A veces, incluso, se le puede usar de correo para que llegue alguna petición arriba. Algu­nos hasta les envidian».
El experto añade que «el fin del pe­lota es su propia dejadez. Cuando uno vive rodeado de injusticias, ejecucio­nes y decisiones inadecuadas y no só­lo no hace nada, sino que consiente (cuando no aplaude), acabará siendo haber trabajado su prestigio hacia arriba. Pero estos profesionales se ocupan de lo suyo, aportan resulta­dos y además cuidan las relaciones como elemento complementario, no como la esencia de su función».
Tenga en cuenta que, como pelota profesional, jamás debe dar su opinión sincera, nunca debe discrepar con su jefe, ni tomar partido. Paco Muro explica que el pelota es «un parásito emocional que ha encontrado una forma de vivir tranquilo, sin dar ni golpe o, mejor dicho, trabajando en agradar a su jefe. Es una persona detallista y hábil, sabe perfectamente cuándo y cómo halagar, cómo aparentar movimiento, cómo estar en el lugar adecuado en el momento preciso y a su vez es un as para esquivar tareas y funciones delicadas y expuestas».
Para ser un pelota debe estar hecho de una pasta especial.
Si no es así, ni lo intente, porque para esto no vale cualquiera. Muro asegura que «hay que tener talento para eso, aunque suele ocurrir que el adulador profesional sólo tiene ese talento. Eso sí, lo explota a la perfección y siempre encuentra a un jefe falto de afecto que le tomará como su mascota, permitirá sus arrullos y a cambio le dará de comer y le compensará con alguna caricia de vez en cuan-do». Jorge Cagigas cree que «el problema de la adulación excesiva es que el adulado lo permita. Hay jefes que necesitan a gente alrededor que actúe de esta manera. Es propio de modelos de liderazgo narcisistas». Muro asegura que «los pelotas se creen necesarios para la empresa e ignoran absolutamente su falta de compromiso con el equipo. Son profunda e inocentemente egoístas y prefieren resignarse a vivir de la sombra del poder, pensando -ilusos- que forman parte de él».
Como pelota, debe ser un experto en plantear soluciones que su jefe desea, y no las que realmente necesita la compañía
Si quiere ser un perfecto adulador profesional tiene que buscar un modelo de organización que tolere desde arriba el hecho de que lo principal sea ser fiel a la organización, aunque vaya en contra de los resultados. (Tino Fernández)

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