domingo, 3 de junio de 2012

Impropio de una sociedad civilizada (A propósito de los aparcamientos e infraestructuras del HUNSC)

NOS ESTAMOS quedando en la prehistoria. Mientras otros pueblos progresan, aquí vivimos rodeados de changas impresentables. Me voy a referir ahora a los aparcamientos tercermundistas del Hospital Universitario Nuestra Señora de la Candelaria.
Los médicos y altos cargos de la residencia sanitaria probablemente no lo sufren. Pero los usuarios, que son, al fin y al cabo, los que les pagamos a los médicos y a los altos cargos, padecemos la pavorosa falta de aparcamientos del recinto, el tener que soportar a cuatro descamisados mal hablados y sucios que regulan los estacionamientos y unas incomodidades que desde hace mucho tiempo la sociedad moderna ha superado.
¿Por qué aquí nos empeñamos en ser más changas que nadie, más horteras que nadie y más tercermundistas que nadie? Se construye un hospital, se le van añadiendo pastiches, pero a ningún arquitecto se le ocurre diseñar 3.000 aparcamientos para no tener que soportar todas estas incomodidades. Aunque haya que pagar por aparcar, que esto es lógico y sería lo de menos.
Tenerife se nos ha quedado atrás y lo decimos con mucha pena. La entrada por urgencias de este hospital es abominable. La gente -los usuarios- va mal vestida, el trato no es bueno. El personal sufre sobrecarga de trabajo y se le ve airado y mal encarado, con sus honrosas excepciones. Nuestra sanidad, en su aspecto externo, ha caído en picado.
Y lo de los estacionamientos es impresentable. Los indocumentados que se han apropiado de la zona tienen aspecto patibulario; asustan. Yo no les dejo las llaves de mi coche ni de coña. Aquello parece un hospital de Zambia, por las formas. La verdad, no tenía ni idea del desastre y lo comprobé el pasado miércoles, con mis propios ojos, porque tuve que acompañar a un amigo a la zona de Urgencias, después de haberse dado un partigazo en un barco.
Todo se ha deteriorado, la isla entera. Hay barrios que parecen haber sufrido un terremoto, no hay donde dejar el coche, se traza una línea del tranvía que tendría que tener una estación dentro del mismo recinto hospitalario. Todo se hace a la carrera, mal planificado, sin sentido. Y, encima, el aspecto de la gente es deplorable. Van a los hospitales mal vestidos, en plan changa. Sufrimos el tuteo de los empleados confianzudos. ¿Pero qué desastre es este?
Y un día de estos, para ofrecerlo por capítulos, voy a contarles el sufrimiento para obtener una vida laboral, un simple certificado, en la Seguridad Social. Para echarse a correr. (El dia.es)

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